“La emergencia de una paradoja”
Por Federico Bejarano*
Una forma de no extrañar es sin duda escribir. Mientras escribo estoy con mis destinatarios. Eso hago ahorita, contigo, acercándome con la escritura. Entonces, el pretexto serán unas pocas observaciones realizadas en estos 20 días de aterrizajes y vivencias. Intentare usar este material, trabajarlo, para que tenga sentido de comunicación, un otro valor que el registro propio e incomunicable.
Hay una primera y dominante dimensión en la experiencia del tirocinio, es la vivencial que se desprende de tres situaciones: 1- “el viaje”, 2- “la inserción práctica en los dispositivos” y 3- “la in-estructuración orgánica del recorrido ausencia de guía, o requisito de transito de un modelo teórico”. (Sumémosle a esto que varios venimos fogueados, en algún lugar de asistencia, o formando parte del sistema de salud en nuestros países.)
Se puede reconocer un perfil formativo, en el más amplio de los sentidos: incluyendo, adscripción disciplinar, dimensión ideológica, política y por supuesto la capacidad de compartir “sentipensar” la realidad cotidiana, en el propio tirocinio. Con quienes comparto esta experiencia, me atrevo a imaginar que mas allá de la mía, tenemos este panorama. Pueden reconocerse las siguientes marcas: el psicoanálisis, la psicología social y comunitaria, la perspectiva social de transformación, la del “Derecho” y la de la ciudadanía. Este conjunto, desborda la concepción tradicional clínica en un sentido estricto. Esta perspectiva común, se diferencia de una extrema especificidad psíquica y de hermetismo técnico, requerida para la división técnica del trabajo en el modelo social dominante.
Volviendo a la dimensión vivencial planteada como fundamental planteo una observación: la emergencia de una paradoja. Somos nosotros mismos, los sujetos de la vulnerabilidad, del lugar del loco en la sociedad, de la otredad. Nuestra condición extranjera, la dificultad de acceso al idioma, y menos aun al sentido y al pensamiento que es más que el intercambio de información. La variación brusca de la condición geográfica y climática. La ciudad, Interpela como un laberinto espacial. Y un laberinto del sentido donde puedes herrar. En cada yerro se ponen en juego las vivencias propias de estar en el lugar del sujeto errado, fallido etc. Las propias discapacidades. La incomprensión se tornan lugar común, vivencia de códigos o lenguaje ambiguo y errático. La ciudad es un entramado discursivo y uno está bastante afuera. La vivencia subjetiva pasa por algo así como un arrasamiento para volver a reconstruirse.
Esta masividad de cambios configura en sí un modelo, un laboratorio de aprendizaje vivencial netamente de características prácticas psicosociales y grupales al mejor estilo Pichoniano. La paradoja es la del curador, es el que necesita ser el curado, las personas formadas para atender son las que necesitan ser atendidas, se invierte la ecuación y creo que esto reconfigura las capacidades sobre qué hacer con las diferencias, las vulnerabilidades y las locuras, que nunca como en este tipo de vivencias, se desdibujan las fronteras y se perciben en su dimensión social.
*Miembro del Proyecto CREES. Psicólogo Social, Licenciado en Ciencias Sociales.
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